- ¡No, no pongas el guión para abrir diálogo! Bien, ahora la gente me lee creyéndome un personaje, gracias, de verdad muchas gracias. No me siento un personaje, lo que digo lo siento, lo que siento corresponde en algo muy yo. No soy las frustraciones de un escritor, la cólera de un resentido, ni el amor no correspondido de un débil dependiente. No soy el culto religioso, ni un teorema forzado (algo así como la frágil imagen de la realidad en un papel escupido con hipotenusas o vaya uno a saber que corno). No, no soy nada de eso. Tengo nombre y autonomía.
¿Ven? No necesito de un guión de diálogo si no lo quiero usar. Digo como se me da la gana y listo. Hago lo que quiero cuando quiero y nada pasa sin mi consentimiento.
- A decir verdad ciertas veces no resisto y me dejo someter. No encuentro mi propio cuerpo y me angustio. Pienso que mi angustia es la de otro y mi pensamiento no es mío en absoluto. Por suerte mi raciocinio es suficiente como para entender que permito que otro sea los zapatos porque a mí me duelen los piecitos y cuando llego a este punto recupero el -
timón. Solo o acompañado, si de algo puedo jactarme es de haber andado caminos. Cuando estuve nostálgico fui un poema para Papá y otro para Mamá. Cuando más sensible, díjele cosas al café y caminé por los márgenes de un río como alumno y discípulo (aunque sospecho que fui también el río). Y en los momentos más difíciles fui una clase novelada de anatomía existencialista con un final terrible.
- Tengo mi carácter, lo sé, pero, más acá de todo, me justifico enormemente. Sé que mi búsqueda es la de seguridad y sé que es en vano, no obstante pido constantemente nuevas oportunidades y trato de dejarme entero en el buscar. Me reduzco en lo difícil que resulta conocer lo asintótico de vivir y ser a la vez fanático de los extremos.-
Si quieren saber de mí pregúntenle a Fanshaw, suele ser mi seudónimo, mi fachada y mis zapatos.
- También pueden
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