martes, 17 de agosto de 2010

Día

Lo fortuito quedara justificado en la libertad de la elección y la imposibilidad de augurar sobre las mismas. No fue la suerte, ni la Kabbalah, más sino el azar quien salpicó brutamente nuestras elecciones y nos aunó, como un comienzo, en el mismo predio de la misma institución. Lo que resultara de ese encuentro destiñe al azar y nos deja con la responsabilidad que nos pertenece. Habrá nomás que hacerse cargo de haber sorteado los obligados tabúes pertinentes a aquello que bien sabemos es lo único que nos separa. Aquello que nos une se pontifica y ante el mero número que pretendió alejarnos, nosotros hilarantes.
Encontrarse es entonces tomar ventaja de lo dado casualmente, eludir criteriosamente las diferencias, escuchar, compartir, opinar, aprender, y, dialécticamente, resultan la estima, el agradecimiento y el respeto. Por esto último es necesario también el esperar algo del otro, no como motor motivante de la acción sino como parte del contrato de este encuentro. En cuanto podemos esperar algo del otro sabemos que este valora nuestro hacer, lo respeta y pretende devolver tal gratificación. No hallo gesto más noble. 

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